sábado, 16 de julio de 2016

Sin previo aviso

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Mientras lanzo una mirada en derredor del paisaje de mi vida que me rodea, me veo buscando esquinas vulgares y corrientes aunque a la vuelta de muchas de éstas tenga yo la ilusión de encontrar algo (no sé qué) que me regale un poco de esplendor a mi existencia dividida entre la razón (ésa que me ilumina como el sol pero me ciega) y el amor (ése que da sólo de sí sin recibir nada a cambio).

Bostezo, respiro, me lavo la cara y cometo errores tratando de justificarlos mientras, sin previo aviso, mi ignorancia presume de saber porque enseñar ya no puedo porque me he olvidado de cómo vivir bien. Empiezo, sin previo aviso, a tratar de vivir de mejor manera mientras me dedico a querer entender por qué me sorprende saber el hecho de que existo.

Quizá debo yo no tratar sólo de comprender mi vida, sino de sentirla porque no he nacido para ser sólo un pasatiempo cualquiera. ¡Ay! La vida, sin previo aviso, me hace saber que la gran tragedia de la mía no es que algún día yo me muera, sino que deje de amar aunque otros se acuerden de mí, quizá porque los otros saben más que yo mientras mi voz ronca y envuelta en un aire infantil les haga saber que mientras ellos están de ida, yo estoy de regreso ... ese regreso a mi propia confusión porque, sin previo aviso, lo real de lo ideal ya no van de la mano ...

Y es que ahora mis sentimientos yacen, en algún rincón de mi alma, entumecidos y cansados porque no puedo hacer desaparecer a mis aflicciones futuras aunque el cielo (más yo creo que es el infierno) tenga ordenado que así no sea porque me encuentro a medio camino de varias adversidades venideras aunque pretenda, en este momento, ser cauta con mis palabras. Mejor callo, sin previo aviso.




MARiSOL





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