Siento que debería ser de otro modo aunque la magnitud de mis ideas convencionales no pueda influir más en las tuyas ni siquiera de aquí a la eternidad.
Y mientras la vida cotidiana absorva mis interrogantes, mi boca escupa una hemorragia de palabras violentas aunque mi educación haya sido bastante esmerada, mi desesperación y rabia no deben tener cupo en ella para no despertar de madrugada con un nudo en el estómago, sobre todo, cuando me dejo regir por criterios ordinarios que no pueden afinar los míos.
Me he quedado seca por dentro porque nadie puede apagar mi sed ya que ésta ha abandonado a mi razón: inagotable fuente de reflexiones. ¡Ay! la eternidad me hace saber que éstas no son lo suficientemente profundas como ella aunque ella (la eternidad) siempre esté ante nosotros y nos espere pacientemente para llevarnos a nuestro interior, allí donde lo único realmente importante es no ser ni pasivos ni negativos.
Y aunque yo vaya andando sin rumbo, mi poesía se hará siempre de un tiempo para hacerme sobrevivir. Quizá lo mejor es no seguir cuestiónandome lo que vale mi vida porque nadie sabrá decirme dónde comienza y dónde termina la influencia sobre mí, sobre ti, sobre todos, de la eternidad, quizá porque ella se parece mucho a la nada mientras nada sea comprobable y obligatorio y yo simplemente viva vestida sólo de dudas porque mi razón dejará de pensar más de la cuenta cuando se vista de eternidad.
MARiSOL
