martes, 17 de noviembre de 2015

Adversidad



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Aunque tercamente le sonría a la vida, la adversidad ahoga, por momentos, el clamor de mi propio silencio ... ese silencio que puedo manejarlo mejor porque mis palabras no valen nada si no van seguidas de hechos.

¡Ay! la sabiduría del mundo nos exige serenidad ante la adversidad aunque los golpes que éstas nos da no sólo sean tristemente amargos, sino nos pongan a todos nosotros a prueba.

¿Será que hay que derribar muros (hemos construídos muchos) para salvar a la esperanza? Y es que la esperanza reaviva otra esperanza aunque el temor vaya de su mano y también de la nuestra.

¡Salvemos, pues, a la esperanza! porque no sólo  tú y yo podemos ser salvados por la esperanza, si no podemos convertir, aún en la adversidad, nuestros muros en peldaños ... esas pequeñas plataformas horizontales que nos ayudan a  apoyar el pie para subir con ellas hasta el cielo o bajarlas hasta el infierno de nuestros propios prejuicios ... esos prejuicios, que aún en la adversidad, prefiero dejar de lado para vivir más entre paradojas porque ellas me estimulan a la reflexión para así poder revelar la complejidad de la realidad del mundo aunque no la entienda del todo ni tú tampoco porque ella está más vestida de desgracias que de dichas: ¡Nuestra mayor adversidad! Con temple y fortaleza podemos superarla porque ante la adversidad la esperanza no es lo último que se pierde, sino la fe ... la fuerza de la vida aunque ésta nunca llegue a ser completa.



MARiSOL







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