DESUNIÓN
Un desconsuelo desesperado y desdichado
desata desequilibrios desatinados,
destruyendo por dentro a la descompuesta
y desatendida duquesa.
Descorazonada, decaída, desencantada
y desilusionada desea sólo dormir
para disimular su debilidad descontrolada.
El disoluto y degenerado duque demanda
desdeñosamente diversión.
Sus dedos delicados y dadivosos
no llevan ni dalias ni dulces, sólo dinero.
Distraído disfruta discretamente de dos doncellas
dúctiles y deliciosas,
de dorsos dulces como damascos,
dadas deprisa a su disposición.
Descalzas y desnudas danzan ellas
desenredando sus dorados cabellos
dejando deliberadamente al descubierto
su debilidad (la de él).
Mientras despreocupadas ellas le dan al díscolo déspota
su dosis de placer,
el displicente y dominante Don Juan desea
ser su dueño del día.
desata desequilibrios desatinados,
destruyendo por dentro a la descompuesta
y desatendida duquesa.
Descorazonada, decaída, desencantada
y desilusionada desea sólo dormir
para disimular su debilidad descontrolada.
El disoluto y degenerado duque demanda
desdeñosamente diversión.
Sus dedos delicados y dadivosos
no llevan ni dalias ni dulces, sólo dinero.
Distraído disfruta discretamente de dos doncellas
dúctiles y deliciosas,
de dorsos dulces como damascos,
dadas deprisa a su disposición.
Descalzas y desnudas danzan ellas
desenredando sus dorados cabellos
dejando deliberadamente al descubierto
su debilidad (la de él).
Mientras despreocupadas ellas le dan al díscolo déspota
su dosis de placer,
el displicente y dominante Don Juan desea
ser su dueño del día.
La duquesa no debe decaer
ni en depresiones ni en dependencias demás.
Y si tiene decoro no dudar más
del dilatado y desagradable divorcio,
aunque le duela demasiado el desinterés
del destructor y desaprensivo duque.
¡No más diálogos despreciables!
¡No más destemplanzas!
Mientras la duquesa se da un duchazo,
decidida se dice a sí misma:
"¡No más dilemas ni dardos de dimes y diretes!
¡No más debilidades!
Desastrosos son los desaires y desagravios del duque.
Desde ahora deseo una vida digna,
ser dueña de mi destino".
Marisol
ni en depresiones ni en dependencias demás.
Y si tiene decoro no dudar más
del dilatado y desagradable divorcio,
aunque le duela demasiado el desinterés
del destructor y desaprensivo duque.
¡No más diálogos despreciables!
¡No más destemplanzas!
Mientras la duquesa se da un duchazo,
decidida se dice a sí misma:
"¡No más dilemas ni dardos de dimes y diretes!
¡No más debilidades!
Desastrosos son los desaires y desagravios del duque.
Desde ahora deseo una vida digna,
ser dueña de mi destino".
Marisol