De niña no conocía tu nombre,
eras sólo luz y oscuridad.
Los años eran inacabables.
La vida hermosamente infinita.
No logro atraparte, detenerte.
Eres invencible.
Te vistes con nuestros desaciertos
y victorias presentes.
Conoces a nuestros ancestros milenarios
y futuros descendientes.
Aristóteles acierta,
te desenmascara y te delata.
Eres irreversible, universal e imaginario.
Mientras nos mides, fragmentas, organizas y dominas,
te vistes de eventos sociales e históricos.
Einstein me grita desde su tumba
que eres sólo una ilusión.
Inventores de relojes y calendarios
se dejaron seducir por tí.
El mundo entero es tu fiel servidor.
¿Qué hacía Dios antes de la creación?
Mientras te buscaba un nombre,
tú te deshacías entre sus manos.
¡Ay! Con él tampoco tuviste compasión.
Todos seguimos siendo tus esclavos.
Marisol