Si bien es cierto que ya no deseo vivir
en función sólo y únicamente del pasado
(de ése que, en el fondo, no desea nunca morir),
he de confesar que hay una voz que me habla
de manera ininterrumpida, desde lejos,
mientras yo pretendo disolver en silencio
cualquier dolor residual aún latente en mi pecho
Y mientras la luz de mi conciencia
me obliga a enfocar mi atención en mi presente
en este otro lugar en que yo me encuentro
desde hace mucho tiempo,
una genuina resistencia interna vestida
de un intenso deseo sin ningún valor intrínseco
reclama más mi cordura que mi locura
en estos momentos difíciles
por los que tú estás atravesando
Hago un esfuerzo por no perder la sensatez de mi brújula
porque de lo contrario podría ser inevitable
que la infelicidad vestida con sus cuatro puntos cardinales
me eche, una y otra vez, la maldita culpa
(esa culpa que es de todos y de nadie)
a eso que yo creía que ya no me hacía falta:
¡Tú, mi querido Perú!
MARiSOL
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