No sé si mis apreciaciones sean importantes
para otros, pero mientras sueñe lo inimaginable,
ame hasta que me duela,
sienta miedo ante mis miedos,
llore ríos enteros de pena
o le cante a la vida
agradecida de estar aquí,
la vida seguirá siendo inmensamente grande
y mis apreciaciones serán siendo diminutas
partículas de polvo que nadie ve,
tan sólo yo cuando estoy a solas
conmigo misma y mis pensamientos.
Tal vez esté haciendo deducciones por nada
y la vida (o acaso, ¿la muerte?) sea más simple
de lo que me imagino
y esta apreciación mía carezca de validez
y se convierta en intrascendente
desde el mismo momento
en que la pienso.
Pero, ¡quién sabe!
¿No será que mis pensamientos
han traspasado ya la dimensión trascendental
y aún no me he dado cuenta?
Allí van mis pensamientos... vuelan alto.
Quieren tocar no sólo las nubes,
sino tocar la memoria de tu corazón.
Y desean algo más... traspasar todo límite...
el límite del espacio y el tiempo.
Por un momento mi paso por este mundo
se vuelve trascendental
y, sin querer, se volverá inmortal
mientras yo paso de un ámbito a otro
atravesando el límite que los separa.
¿No será que soy un cuerpo más
-entre millones más-
que busca desesperadamente a Dios?
Si escribo estas líneas
conteniendo estas apreciaciones mías,
no creo ser inmanente. ¡No!
No me cierro en mí misma.
Todo lo contrario.
No sólo experimento mi mundo
y todo lo que rodea,
sino que afronto el universo.
¿Suena irreverente lo que pienso?
Lo único que pretendo es buscar...
buscar respuestas a mis dudas y preguntas.
No sólo busco un sentido a todo lo que hago y pienso,
sino una prueba de la inmortalidad del alma.
Busco la existencia de Dios.
Marisol