lunes, 7 de enero de 2019

Decisiones II



Mientras pasos erráticos inventan mentiras, una desazón no mitigada murmura al aire lo difícil que es permanecer paciente ante el parpadear insistente de secuencias alborotadas o instantes de desorientación aún cuando se perciba la belleza de un cierto fervor de esos momentos creativos creados por mí. Y es que, a veces, tomar decisiones, requiere no sólo de las fuerzas necesarias, sino de saber reflexionar con serenidad. ¿Qué soy? ¿Papel, tijera o piedra? Unas veces no tengo nada que decir, soy como como un papel en blanco arrugado, otras mi lengua es mordaz, y otras veces soy dura como una piedra. El resultado es lo que cuenta ... las consecuencias, quizá porque en la vida no hay ni premios ni castigos. ¿O me equivoco?

Presiento que aunque me sienta tranquila, relajada o reposada para poder mitigar mi desazón, requiero que esa sensación de desánimo con rostro inexpresivo se deje ver del todo y abandone para siempre ese cobijo anónimo ... allí donde trato de protegerme de las inclemencias o de cualquier peligro inminente a la vista de todos que alteren mi alma, esa alma por la que vivo, siento y pienso y por la que en su culpa lleva una pena. O acaso, ¿no te has puesto a pensar que la felicidad en sí tiene algo de pena? Si no lo sabes, no digas nada. Yo sí he aprendido a callar mientras tomo decisiones en silencio.

MARiSOL