Mientras valoro las fórmulas mágicas
que detengan la gravedad definitiva
vestida sólo de risueñas falsas promesas,
reconozco que las apariencias no tienen cabida
en la realidad de mi mundo interior,
allí donde mi conciencia libre de culpas
me sirve de almohada.
¡Ay! ¿Quién se atreve a atravesar la frontera
que separa lo que se pide de lo que se exige?
Yo no, en ningún caso
ni aún alzando un ultimátum al aire
antes esa ambigüedad oscura y confusa
que desea que sus ideas cual aullidos
se puedan entender de varios modos
aunque yo no quiera.
Y mientras una asombrosa cadena
de errores y medias verdades
representan lo inadmisible,
yo me pregunto si tiene poca importancia
encontrar razones de peso
para justificar abiertamente
un desarrollo torpe e inmaduro
dentro de un contexto nada lógico
ante tanta ambigüedad
MARiSOL
