Caballos salen corriendo sin control
de mi cabellera color canela.
Captan contradicciones conflictivas
entre mi corazón y cabeza.
Y mientras un coro de curiosos
centinelas me critica,
cierro los ojos buscando consuelo y calma
en la ceremonia de tomar café.
¿Acaso el café caliente puede sacarme
del cuerpo no sólo este cansancio caprichoso,
sino confortar mi conciencia convulsionada?
Una cadena compuesta de culpas
me consume ocasionalmente por dentro.
Condiciona y controla mi existencia
y me tiene cautiva. Es mi cárcel.
Caigo en cuenta que fuí cobarde.
Lo confieso.
Cumplo mi condena sin condiciones.
Castigos por cobrar(me)
conviven con mis confesiones
bajo la cúpula de cerámica
de la catedral de mi ciudad.
Es mi condena cotidiana.
La crisis no cesa.
Una corriente cristalina crece
como catarata.
No la consigo contener.
Cambio mi cetro, corona y castillo
por un camino colmado de caricias
y sin cadáveres cargados a mi cuenta.
Marisol
He tratado de jugar con la letra "C"