jueves, 7 de septiembre de 2023

Fragilidad

 


Mi firme propósito es cerrar capítulos y no revolver más las páginas escritas del pasado porque me hacen recordar mi propia fragilidad vestida de nostalgia. Esa nostalgia que ya no es lo que era porque no hay peor nostalgia que añorar lo que nunca jamás sucedió. ¡Quién sabe! Será que la nostalgia sirve para recordarnos, que por suerte, somos frágiles por no decir vulnerables. Nos fracturamos o deformamos  por no poder manejar las emociones adecuadamente, sobre todo, cuando el dolor es insoportable o cuando las heridas quedan abiertas. Mejor cerrarlas aunque queden feas cicatrices. Pues nada se logra con violencia, con venganza o con infinta rabia. 

Y mientras procuro no levantar la voz y recuerdo con claridad el tiempo ido, las palabras dichas, las decisiones tomadas, siento que mi fragilidad no está dispuesta a vestirse de excusas. Todo lo contrario porque quien se excusa, se acusa. Más bien, tomo conciencia que mi fragilidad está vestida de lluvia... esa lluvia que limpia el cegador polvo de la tierra que recubre nuestros corazones endurecidos mas que terminan, por suerte, rompiéndose en mil pedazos con el tiempo ... ese tiempo que no es sino el espacio entre nuestros recuerdos. 

¡Ay! La vida sería imposible si no tuviéramos la capacidad en saber elegir lo que debe olvidarse para que nuestra propia fragilidad no se quede a oscuras aunque ciertamente algunas veces, en lo oscuro, en lo complicado o en lo complejo se llega a tocar la verdad y no necesariamente revestida de fragilidad. Será porque la verdad tiene dos sabores: uno dulce, para el que la dice, y otro amargo, para el que la escucha.

MARiSOL