Mientras cruzo la calle a lo desconocido
una dimensión luminosa se deja ver,
en aparente complicidad,
del brazo de argumentos pseudo convincentes
que a mí personalmente no me dicen nada
porque si nada es evidente de por sí,
entonces, nada es comprobable
quizá porque ya no deseo más
ni tu amistad mezquina
ni tu frágil fidelidad
Insistir yo ya no quiero
porque es escasamente prometedor
el desenlace que llega con aparente tardanza...
esa amarga resolución o desolado final
de la trama de nuestras historias de vida
Y mientras rauda, eufórica e inesperademente
voy abriendo y cerrando mi boca
porque ya no hay más clímax entre los dos
(probablemente en el peor momento de mi vida
ya no deseo más insistir ni en tu amor
ni en esa herencia sentimental
que nos hablaba desde tiempos inmemoriables),
veo que yo soy capaz de reprimir
de manera bastante informal
en la trastienda de mis pensamientos
esa ansia inútilmente desbordante
y con cándido convencimiento
que en sus ratos de descanso
se despertaba de inmediato
para hacerme saber que probablemente
yo me equivoqué del todo
pues creí que te conocía, vida mía
MARiSOL